El Marxismo Cultural


Algunas personas podrán pensar que hablar de Marxismo en pleno Siglo XXI es un anacronismo. El Muro de Berlín ya cayó, y la Unión Soviética se hizo pedazos.

Sin embargo, las ideas del Marxismo clásico siguen dando vida al pensamiento intelectual y práctico de la Nueva Izquierda, que suele ser calificada como "Marxismo cultural".

Para comprender esto, es necesario saber que Karl Marx tenía una filosofía del mundo muy clara. Según él, la historia del hombre consistía en la lucha de clases. La última iba a ser entre la clase obrera y la clase de los burgueses. En esta lucha, la primera tenía que aplastar a la segunda; para poder traer la sociedad del Comunismo a nuestras tierras y el fin de las clases como tales.

Asimismo, Marx tenía una teoría social que podría ser representada mediante una casa de dos pisos:


En el primer piso de esta casa social, Marx ubicaba todo aquello que estaba vinculado con la economía. Fundamentalmente, las relaciones de producción y las fuerzas productivas.

En el segundo piso, colocaba todo lo demás: la filosofía, la religión, el derecho, la moral, la cultura propiamente dicha, etc.

De esto se desprendía una teoría revolucionaria bien clara: 

Para hacer estallar esta casa, primero había que atacar el primer piso; porque si previamente se hacía explotar el segundo, entonces el primero iba a mantenerse intacto, con lo cual, para el Marxismo clásico, pelearse a un nivel cultural era como pelear contra un fantasma, un mero reflejo.

Este paradigma mostró rápidamente sus fallas. Por un lado, la revolución marxista no llegó a Inglaterra, Francia ni Estados Unidos (las sociedades del Capitalismo industrial avanzado), sino a la Rusia feudal. Y por otro lado, en los países capitalistas desarrollados, los obreros empezaban a experimentar condiciones de vida cada vez mejores. Ya no eran los mismos de los cuales Marx hablaba en su momento, y que no tenían nada que perder más que sus cadenas. Los obreros de la primera y segunda mitad del Siglo XX tenían mucho para perder: su casa, automóvil, televisor, etc. Estaban más preocupados por cambiar el auto que el mundo.

En consecuencia, esto llevó a muchos teóricos del Marxismo tradicional a repensar los postulados básicos del pensamiento marxista. Por ejemplo, se puede citar el caso de Antonio Gramsci, quien empezó a darle una mayor importancia a la cultura; y se animó a hablar del rol de los intelectuales en la configuración de la hegemonía. También podemos hablar de la Escuela de Frankfurt, que incorporó la Teoría Psicoanalítica de Sigmund Freud; pero no para explicar la explotación del capital sino la opresión cultural. Y en la actualidad, Ernesto Laclau dejó a un lado la clase obrera como sujeto revolucionario para hablar sobre la necesidad de construir nuevos sujetos de la revolución, que incluyen a feministas, homosexuales, indigenistas, ecologistas, etc.

El resultado de estos movimientos teóricos es sencillo:

Hoy tenemos una Nueva Izquierda o Marxismo cultural que ya no habla más de revoluciones armadas, sino de revoluciones graduales y pasivas. Tampoco hace hincapié en luchas de clases sino en luchas culturales. Y en lugar de intentar expropiar los medios de producción, busca expropiar la interpretación sociocultural del hombre.

En simples palabras, la Izquierda perdió a la clase obrera (modelo original del Marxismo clásico). Entonces, se entrometió en la cultura. La copó por completo.

Vemos un Marxismo ciertamente extraño, porque en la actualidad, dicha ideología adopta una posición amigable de lo que antes mataba, que son los homosexuales. HASTA EL PROPIO MARX REPUDIARÍA ESTAS IDEAS.

Frente a tal situación, el Capitalismo se aprovechó de la Nueva Izquierda, porque así como el Marxismo perdió a la clase obrera (que quiere ganar dinero trabajando) y cooptó a otro tipo de audiencias, ahora apareció una reacción por parte del propio sistema capitalista, que ya no puede combatir al Marxismo luego de que éste se haya metido tanto con la cultura. Entonces, el Capitalismo lo compró y lo vendió; y es por eso que el Marxismo de hoy no es más que el producto de una góndola de supermercado, que se vende en forma de pañuelos, llaveros, mochilas, remeras de Ernesto "Che" Guevara, el pin antinazi, la bikini abortera, y todo tipo de productos que terminan comprando los izquierdistas y las feministas, a quienes les hacen creer que están luchando contra el "malvado y perverso Capitalismo". 

Pero en realidad, ese supuesto enemigo es el que está lucrando con lo que piensan. 

Les venden hasta sus ideas y no se dan cuenta...

Comentarios