¿Por qué hay que privatizar las empresas del Estado Argentino?


Hasta el día de hoy, el Kirchnerismo sigue insistiendo con la idea de que no es conveniente privatizar las empresas estatales de Argentina.

¿Pero es en verdad esto así?

¿Se deben privatizar las empresas del Estado?

Para conocer la respuesta, analizaremos cuáles son los beneficios que traería la privatización de las empresas estatales.

El Correo Argentino, Aerolíneas Argentinas, la Agencia de Noticias Télam, la empresa energética Energía S.A. y la empresa de agua Aysa, entre otras, se encuentran en un 100% de control y posesión por el Estado Argentino.


En el caso de la petrolera Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), el gobierno controla y administra el 51% del paquete accionario.

Si analizamos los últimos datos acerca de las pérdidas operativas que estas empresas han tenido en los últimos tres años y las que tienen hoy, observaremos lo siguiente:

De acuerdo con datos oficiales del Ministerio de Economía, en Julio de 2021, la pérdida de las empresas estatales ascendió a 364.000M ARS. Si se contabiliza al tipo de cambio oficial de ese momento, las pérdidas eran de unos 3.600M USD. Este déficit de las empresas estatales representó el 0,8% del Producto Bruto Interno en 2021.

Con los datos que tenemos disponibles hasta el mes de Septiembre, en 2022, podemos ver que las pérdidas de las empresas estatales ascienden a 515.000M ARS. O sea, 4.100M USD al tipo de cambio oficial. Estamos hablando del 0,9% del PBI. Al finalizar el año, la cifra ascendió al 1,5% del PBI, alcanzando los 7.500M USD al tipo de cambio oficial.

Estos datos nos llevan al primer beneficio que se espera que ocurra cuando se privatiza una empresa pública; es decir, cuando un ente pasa a manos del sector privado, ya sea por una venta, sesión o donación de parte del Estado. Cuando se adopta esta medida, el gobierno de turno ya no tendría que cargar con este déficit operativo. Argentina cerró el año 2022 con un déficit fiscal primario de 2,4% del PBI. Por lo tanto, una hipotética privatización (que hace que las pérdidas de una empresa pública no deban ser afrontadas por el Estado) implicaría un achicamiento del déficit fiscal a 0,9% del PBI.

Tal vez te estés preguntando por qué esta es una buena noticia. Y la respuesta es que con menor déficit fiscal, menor será la deuda y los pesos que hay que emitir para financiarlo.

De este modo, el primer resultado esperado de la privatización de las empresas públicas es que a través de un menor déficit fiscal, el país alcance una menor tasa de inflación y, por otro lado, un menor nivel de riesgo país; porque será necesario colocar menos deuda en los mercados.

Otro punto a favor de privatizar las empresas que están en manos del Estado es que en el sector privado, las empresas funcionan con mejores incentivos que cuando operan dentro del sector público.

Quien explicó magníficamente este punto fue el economista liberal Milton Friedman, en un libro de divulgación llamado "Libre para elegir" (1980).

En un cuadro de doble entrada, mostraba cuatro posibilidades distintas de gastar el dinero:


En el cuadrante ubicado en la parte superior izquierda, se encuentra la situación en donde un individuo gasta dinero de su propio bolsillo en adquirir bienes y servicios para su propio consumo.

En este caso, el agente se preocuparía por un menor gasto posible, y a su vez, buscará que la calidad del producto o servicio sea la más alta posible.

Asimismo, los incentivos individuales llevarían a una máxima eficiencia del gasto.


Pasando al cuadrante que aparece en la parte superior derecha, nos encontramos con la situación en la que un individuo gasta dinero de terceros en productos y servicios que consumirá para sí mismo.

En este segundo caso, ya no importa tanto el nivel de gasto que se termine realizando, aunque va a intentar maximizarse la calidad de lo que compramos.

Sin embargo, la eficiencia de ese gasto será un poco menor de lo que era antes.

Llegando al cuadrante que está situado en la parte inferior izquierda, se da el caso en el que utilizamos dinero propio para comprar bienes y servicios que serán consumidos por terceros.

Dado que el objetivo principal es minimizar el gasto propio, ya no nos va a interesar tanto si en ese esfuerzo tenemos que sacrificar la calidad de lo que estamos comprando.

Por último, llegamos a la zona de la parte inferior derecha, donde el agente utiliza dinero de terceros en bienes y servicios que terminarán siendo consumidos por terceros.

Este cuadrante representa la mínima eficiencia en el gasto, porque ya no nos va a interesar minimizar el nivel del mismo, ni tampoco vamos a querer maximizar la calidad de aquello que compramos. Por ende, estamos en la peor de las combinaciones posibles.


Pasando en limpio, el primer cuadrante muestra la mayor eficiencia posible en el gasto; mientras que el último cuadrante resalta el nivel mínimo nivel de eficiencia posible para el gasto.

Otra forma de entender estas cuatro situaciones es viendo la imagen que aparece a continuación:


Volviendo al tema principal, se puede decir que las empresas privadas gastarán dinero propio en su propio interés y beneficio; con lo cual las vamos a ubicar en el primer cuadrante del gráfico.

Por el contrario, las empresas en manos del Estado gastan dinero de los contribuyentes; pero no para maximizar la calidad de los bienes y servicios que compran, sino para maximizar la cantidad de votos que los políticos pueden sacar en las próximas elecciones.

Dado este análisis teórico, es esperable que las empresas administradas por el Estado tengan una excesiva cantidad de empleados, vendan sus productos por debajo del precio de mercado, y no se gasten en aumentar la cantidad ni la calidad de aquello que producen. Al fin y al cabo, no tiene sentido hacerlo.

Para demostrar con fundamentos empíricos que estos beneficios sí ocurren cuando se privatizan las empresas estatales, podemos mencionar algunos hechos concretos:

A principios de los años 90, en Argentina, se decidió privatizar casi por completo el sistema energético. En 1991, la empresa Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires (SEGBA), que producía y distribuía electricidad en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y alrededores, pasó a manos privadas. Lo mismo sucedió con la empresa pública Gas del Estado en 1992, y con el comienzo de un largo proceso de privatización de la petrolera nacional YPF, en los inicios de esta década.

En materia fiscal, los resultados de esta privatización fueron los esperados. En el año 1989, el déficit fiscal del gobierno argentino ascendió a casi el 8% del PBI. Y unos años más tarde, en 1993, este déficit se había reducido a una cifra MUY CERCANA a 0%. La mejoría fiscal se combinó con un nuevo sistema monetario a través del Plan de Convertibilidad, que eliminó por completo la hiperinflación. También fueron notables los resultados en materia de producción de energía.

Hasta fines de los 80, la instalación del teléfono en una casa con línea telefónica tardaba alrededor de 15 años en completarse. Y cuando en 1989 se privatizó la empresa que proveía servicio de telefonía, llamada Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTEL), la instalación del teléfono tardaba solo una semana.

En materia petrolera, entre 1980 y 1990, la producción total había caído un 2%. Pero en la década siguiente, la producción de petróleo aumentó un 54,6%.


Con respecto al gas natural, durante la década del 80, la producción sí había aumentado; en un 70%. No obstante, en los 90, creció aún más; alcanzando un total del 96,4%.


Además, gracias a la privatización del sector energético, Argentina pasó de ser un importador neto de energía a un exportador neto en los años 90.

Entre 1980 y 1989, la balanza comercial energética del país fue negativa; en 2.300M USD. Y en los 10 años posteriores, la diferencia entre las exportaciones e importaciones de energía fue positiva, en 13.000M USD. 

Este superávit de la balanza energética se mantuvo por muchos años, hasta que una combinación de fuertes controles de precios y la reestatización de algunas empresas del sector energético hicieron que los buenos incentivos se volvieran a perder. En el año 2011, y por primera vez después de 21 años de superávit comercial, el saldo de la balanza energética fue negativo.


Saliendo del plano energético, desde que Aerolíneas Argentinas volvió a ser una empresa estatal en 2008, no ganó dinero en un solo año. Para colmo, siempre perdió. En 2022, la cifra negativa fue de 353.000.000 USD. Y aquel que no se tomó un avión en su vida está pagando los 15 años de pérdidas económicas de esta empresa pública, que vive privilegiada por el subsidio forzado que nos imponen a todos los demás. En el caso particular de Aerolíneas, esta empresa habría que cerrarla y decretar cielos abiertos, para que todas las aerolíneas del mundo vengan a volar a nuestro hermoso país.

Temporalmente, se les puede otorgar un subsidio por desempleo a quienes trabajan en la aerolínea de bandera, hasta que sean contratados por algunas de las empresas que se instalen en Argentina. Esto es algo que ocurrirá prontamente en el tiempo, dada la INMENSA cantidad de bellezas que hay por conocer en nuestro territorio. Incluso al trabajar en una empresa privada, los empleados de Aerolíneas tendrán un trabajo mejor pago.

Otra de las empresas públicas que se deben privatizar es Trenes Argentinos, que en 2022 resultó ser la que cuenta con más empleados en el país. La cifra es de 30.102. Sí. En Argentina, la empresa que tiene más trabajadores es estatal. En 2021, registró 100.000M ARS de pérdida por año. 

Como si esto fuera poco, la tercera empresa con más empleados es YPF. Tiene 21.320. Y le sigue la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), que es el órgano recaudador de impuestos. Cuenta con un total de 21.000 empleados.

Para ir cerrando:

No importa realmente si algunas ideas que se proponen no son innovadoras. Lo importante es si poniéndolas en práctica, pueden o no darse los resultados que se esperan.

Y como bien hemos visto hasta acá, privatizar empresas estatales (que en Argentina han generando una pérdida de más de 7.000M USD en 2022) podría contribuir a mejorar la calidad de los servicios que se ofrecen, y también a disminuir el déficit fiscal. Con esto último, se puede ayudar a reducir ni más ni menos que el problema más grande que tiene el país, que es la inflación.

Así que esperemos que el gobierno que asuma en Diciembre de 2023 decida encarar una serie de privatizaciones en el sector público. 

El país la necesita cuanto antes.

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