Capitalismo y monopolios


¿Cuántas veces hemos escuchado que el Capitalismo lleva a la concentración económica?

Parece ser que dejar que las empresas privadas compitan entre sí hace que unas le ganen a las otras, y que eso tiene que ser necesariamente un problema, sin importar que cada vez haya más gente con trabajo, bajen los niveles de pobreza, y mejore año tras año la calidad de vida en el mundo. Como el Capitalismo lleva a los monopolios, algo debe estar mal dentro de dicho sistema.

Ahora bien, ¿es esto realmente así?

Para empezar, si medimos por capitalización bursátil, las empresas más importantes del mundo actual no tienen más de 40 años de historia, y han desplazado a otras que existieron desde hace un siglo. Por supuesto que el hecho de que las empresas más poderosas puedan ir cambiando en el tiempo o que BlackBerry y Kodak hayan casi desaparecido no niega que en el Capitalismo aparezcan monopolios y también se destruyan. Pero esto nos dice algo sobre la relación entre una cosa y la otra, porque en algún momento, una empresa puede ser la líder de su segmento; pero si no está evolucionando permanentemente para satisfacer las necesidades de sus clientes, entonces desaparecerá tarde o temprano. Eso fue lo que le pasó a Blockbuster.


En un momento, Blockbuster desplazó a los videoclubes de barrio; pero posteriormente, cuando llegó Netflix, tuvo que quebrar. A Amazon puede pasarle lo mismo. Incluso no es correcto afirmar que esta empresa es un monopolio, si definimos Monopolio como la única empresa de mercado.

De acuerdo con la firma de investigación PipeCandy, en el mundo existen 100.000 empresas similares que solamente venden productos a través de Internet. Y gracias a que los consumidores la eligen día a día, Amazon tiene aproximadamente el 50% del mercado del E-commerce en Estados Unidos.


Es cierto que en una economía hay sistemas que llevan a que los monopolios aparezcan y se mantengan eternamente. ¿Pero cuáles son los sistemas más promonopolio? Si pensamos en los países comunistas, donde absolutamente todo está en manos del Estado, la respuesta es más que evidente. Lo mismo pasa con sectores económicos en economías mixtas que están fuertemente regulados por el Estado. 

Un artículo publicado en el año 2013 en el diario The Atlantic muestra y explica la fenomenal caída del 50% en el precio de los pasajes de avión durante los últimos 30 años:



La regulación daba lugar a pocas líneas aéreas y precios muy caros para viajar. Pero en la presidencia de Jimmy Carter, la realidad cambió; porque el sector se desreguló, se eliminaron los precios máximos y creció la competencia. El resultado fue ESPECTACULAR. 

En el año 1965, únicamente el 20% de los estadounidenses había viajado una vez en su vida en avión. Y ya en el año 2000, el 50% de los ciudadanos de Estados Unidos viajaba al menos una vez al año en dicho transporte. Además entre 1970 y 2011, la cantidad de pasajeros se triplicó. Algo similar ocurrió recientemente en el mercado aéreo argentino, cuando se permitió el ingreso de las aerolíneas low cost, que empezaron a viajar principalmente desde el aeropuerto de El Palomar.


Según datos oficiales, la cantidad de pasajeros aumentó un 60%, y el precio de los pasajes se redujo a la mitad. 

De este modo, en el año 1978, hubo otro sector que se desreguló en Estados Unidos, que fue el de la cerveza. Por herencia de la era de la prohibición, en aquel año, solo había 44 fábricas de cervezas estadounidenses. Sin embargo, gracias a la desregulación y la legalización de la producción de cerveza artesanal, los norteamericanos pueden elegir entre 1.400 fábricas nacionales diferentes al día de hoy.

Cuando muchos críticos del Capitalismo hablan sobre la concentración económica, suelen mencionar el modelo de competencia perfecta, que se estudia en los cursos introductorios de Microeconomía.


En este modelo, se plantea que para que haya mucha competencia en un mercado, tienen que haber muchos vendedores y compradores, ninguna diferenciación, y precios que no sean distintos. Claro, cuando uno mira la realidad, se encuentra con que no hay nada que siquiera se parezca a un esquema de competencia perfecta. Pero no hay que confundir un modelo simplificado que se estudia para entender la realidad con un modelo idealizado contra el cual se compara lo que ocurre en la práctica.

El economista Joseph Stiglitz dice que en una economía moderna, servicios como el teléfono, la televisión por cable o los buscadores de Internet no funcionan de ninguna manera como sugieren los libros de texto. Desde luego que eso es evidente, pero lo que hay que analizar es si eso representa un obstáculo para los consumidores; y los datos dicen que no.

Por ejemplo, entre 1997 y 2020, los precios de los aparatos telefónicos se desplomaron un 87,1%. En el mismo período, el servicio de conexión inalámbrica para teléfonos móviles cayó un 51,6%. Y durante ese lapso, el precio de los servicios telefónicos en general cayó un 5% en promedio.


Esto puede ser poco; pero si se compara contra la inflación acumulada de los Estados Unidos desde 1997, que fue del 61,3%, la caída del precio en términos reales es del 41%.

O sea que a pesar de que en muchos sectores no podamos hablar de competencia perfecta, no estamos verdaderamente frente a un problema.

Por otra parte, ¿qué tiene de malo que Google sea el buscador de Internet más utilizado por los consumidores? ¿A quién afecta esto?

La respuesta es a nadie, más allá de que las autoridades antimonopolio de Europa y Estados Unidos piensen lo contrario. A costo cero, Google nos da lo que antes nos proporcionaban cientos de bibliotecas, revistas y aparatos electrónicos inalcanzables para la persona promedio.

Otra cuestión que me gustaría resaltar es que no debe confundirse el Capitalismo con el Capitalismo de amigos.

Por ejemplo, cuando Stiglitz (a quien yo acabo de citar) dice que los bancos presionan al gobierno para conseguir legislación que los favorezca, eso no tiene nada que ver con el Capitalismo. ¿Qué tal si mejor el gobierno no tuviera ninguna legislación para ofrecer?

Ya en 1971, el economista George Stigler, quien recibió el Premio Nobel de Economía en 1982, explicaba que la regulación económica no solo buscaba preservar el interés público, sino que era utilizada por empresas para conseguir privilegios. Entre ellos, desplazar y restringir la competencia.


Obviamente que en un sistema de libre mercado, en donde el Estado no tiene intervención sobre la economía, utilizar estos instrumentos sería sencillamente imposible. Cuando se usa al Estado para restringir la competencia, ya no se habla de Liberalismo Económico ni de un modelo capitalista.

Datos más recientes confirman esta hipótesis, porque según un estudio de Germán Gutiérrez y Thomas Philippon, el hecho de que nuevas empresas no ingresen tan rápido como antes en mercados o ganancias extraordinarias no se explica por la propia dinámica concentradora del Capitalismo, sino por el crecimiento de las regulaciones estatales.

Los autores encuentran una relación directa entre las regulaciones, el lobby y la falta de dinamismo empresarial (menor competencia):  


Por último, ¿qué pasa si una empresa, por poseer mayor capital, decide realizar acciones que otras no podrían? ¿No generaría esto un daño a la competencia?

A decir verdad, la respuesta a esta pregunta también es negativa. Nadie discute que una empresa o un empresario con mayor capital tiene posibilidades más altas para emprender nuevos negocios. Pero el capital presente y los recursos con los que se cuenta hoy no garantizan la cantidad de recursos que se tendrán en el futuro. En todo caso, lo único que puede asegurarle al empresario que ese capital se incremente en el futuro es el servicio que le va a proporcionar a los consumidores. Si un capital se invierte mal, éste será inevitablemente dilapidado.

Conclusiones: 

Es una equivocación decir que cuando en un sistema capitalista o de libre mercado aparecen monopolios, tengamos que rechazarlos automáticamente.

En un modelo de esta característica, pueden haber empresas que transitoriamente sean predominantes. Pero si esto sucede en un mercado que funciona libremente, la única forma de preservar esa posición es generando productos de buena calidad y a buenos precios para los consumidores. En ese sentido, no hay ningún inconveniente con estos liderazgos.

Por el contrario, los monopolios estarán enfrentados con los intereses de los consumidores cuando el gobierno de turno concentra los medios de producción o regula excesivamente ciertos sectores de la economía; porque es allí cuando se desliga la producción del consumo. Esto es lo que los críticos del Capitalismo no quieren ver.

Es increíblemente más deseable que aparezcan monopolios en el sistema capitalista que la creación de monopolios por todos los sistemas alternativos que se conocen hasta hoy.

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