¿Cuáles son los cambios que debe hacer Argentina?


Después de muchísimos años, se ha abierto en nuestro país la posibilidad de introducir ideas liberales o de sentido común.

Resumidamente, los tres cambios que hay que hacer para revertir la decadencia argentina son:
  • Libre comercio con todo el mundo.
  • Un tamaño del Estado que pueda mantenerse con bajos impuestos.
  • Leyes laborales que defiendan al trabajador y terminen con la precarización del empleo.
Para crecer sostenidamente en el tiempo y generar empleo de alta productividad, con buenos salarios reales y una tasa de pobreza lo más baja posible, es necesario cambiar estos tres aspectos, que conforman el sistema que Argentina abrazó al menos durante las últimas ocho décadas, y que ha provocado que los seis planes económicos que se llevaron a cabo terminaran en grandes crisis.

Uno de los cambios consiste en una economía abierta al mundo que comercie con éste, a diferencia del proteccionismo industrial, que a lo largo de este último siglo, ha sido un rotundo fracaso. Por lo menos así lo reflejan los datos. Al mundo no hay que utilizarlo para pedirle dinero prestado, sino como una oportunidad para exportar e importar; y así poder obtener dólares comerciales. Para ello, hay que eliminar todas las retenciones a las exportaciones y los aranceles a las importaciones. Argentina tiene que aprovechar su ventaja comparativa que es el sector agropecuario. Hoy por hoy, no estamos en condiciones de fabricar locomotoras, aviones o automóviles. Mejor aprovechemos las economías regionales, empecemos exportando soja, agroalimentos, energía y minería a todo el mundo, y quizás en el futuro, fabricaremos los otros bienes ya mencionados. También se habla de producir valor agregado; pero ya de por sí un grano de trigo tiene un montón de valor agregado: tecnología, sembradoras, tractores. DE TODO. Y si queremos aprovechar estos recursos al máximo, debemos dedicarnos a comerciar con el resto de los países, en vez de cerrar la economía. El mundo no es nuestro enemigo. Está probado que en los países en donde las sociedades viven bien, las empresas compiten externamente entre sí. De lo contrario, acá hemos inventado el cuento de la sustitución de importaciones y la gente paga por una bombacha cinco o seis veces más lo que vale en el exterior.

En todo caso, si queremos proteger a la industria nacional de una manera adecuada, exigamos un tamaño del Estado muy pequeño que cobre impuestos mínimos, y así alentar a las empresas privadas a sobrevivir a la competencia. A través del achicamiento del Estado, también se evitaría la existencia de un déficit fiscal que atrase el tipo de cambio (si se financia con deuda externa) y vuelva a la Argentina cara en dólares. De hecho, eso fue lo que arrasó la industria nacional durante los períodos de José Alfredo Martínez de Hoz y Carlos Menem; NO la apertura económica, que incluso fue poco significativa. La causa fue el Dólar barato como resultado del déficit fiscal, que es el animal a matar. Además el Estado actual nos devora a impuestos y regulaciones, como puede ser cuando compramos alimentos en el supermercado, queremos realizar algún trámite o crear un emprendimiento. Lo ideal sería que se reduzca lo suficiente como para que solo cumpla la función de proveer bienes públicos, y no la tarea de intervenir constantemente en la economía. 

Las privatizaciones son fundamentales por dos razones: una de ellas es porque hay que eliminar el déficit presupuestario; y la otra es porque al Estado hay que dejarlo únicamente a cargo de cosas elementales; no para producir energía, gas, internet o telefonía. Esas son actividades que al Estado no le corresponden, y de las que debe encargarse el sector privado. En tanto, el Estado está para que no nos maten en la calle por la inseguridad, y existan Fuerzas Armadas, Salud Básica y Educación Básica. En los 90, a pesar de todo lo que se privatizó (a buena hora) y el esfuerzo que costó sacarse de encima a las empresas públicas, Argentina siguió gastando más de lo que recaudaba; entonces, la acumulación de deuda externa se volvió impagable. Por su parte, hay que cerrar muchos organismos y ministerios que no sirven para nada, y que no están resolviendo ningún tipo de problemática. 

Sobre los planes sociales, el Estado emite aproximadamente veinticinco millones de cheques para cinco millones de adultos que luego se distribuyen a la familia. Pero quitar los planes de un día para el otro es imposible. Lo ideal sería elaborar una estrategia para que estos beneficios sociales se transformen en trabajo genuino a lo largo del tiempo. Mantener los planes sociales sin ningún tipo de perspectiva es inviable, así como también lo es eliminarlos en cuestión de segundos.

También hace falta una reforma en el sistema laboral argentino, cuya arquitectura legal rige desde hace 70 años, cuando Juan Domingo Perón incorporó la Carta del Lavoro de Benito Mussolini a nuestras leyes laborales. Es indispensable una legislación laboral que sea amigable para contratar empleados, y no para expulsarlos o contratarlos en negro. El edificio laboral cavernícola de la Argentina ha provocado que el 40% de nuestros trabajadores realicen sus tareas en negro. Por eso es que hay que cambiar la Ley de Indemnizaciones por Despido, la Ley de Contrato de Trabajo, la Ley de Convenios Colectivos de Trabajo, la Ley de Asociaciones Profesionales y la Ley de Obras Sociales. Por ejemplo, hay que eliminar por ley los aportes voluntarios a los sindicatos y quitarles las obras sociales. No hay ningún país del mundo en donde la medicina la presten los sindicatos. 

Con las leyes laborales actuales, el empresario se funde por un juicio laboral si llega a echar a un solo empleado. En consecuencia, la empresa cierra y termina echando a TODOS (veinte, cincuenta, cien, doscientos, o la cantidad que sea). Dentro de lo menos malo, es preferible despedir a uno. Eso sin tener en cuenta que quizás el empleado no hacía bien su trabajo. Además el objetivo del empresario no es echar gente, sino ganar plata a través de los individuos que empleó, detrás de los cuales ha hecho una inversión SUMAMENTE importante en capacitación, formación, recursos humanos, ferias de empleo, reclutamiento, anuncios de búsqueda de empleados, etc. Por lo tanto, no es fácil para una empresa tomar la decisión de echar a uno o dos empleados, si es que considera que debe hacerlo.

En conclusión, pienso que Argentina tiene futuro y puede transformarse en un país en el que valga la pena vivir; siempre y cuando nos pongamos de acuerdo y transitemos este camino.

Comentarios