¿Cuál es el cambio educativo que necesita Argentina?


De todas las políticas que se llevaron a cabo en Argentina a lo largo de este último siglo y han fracasado, la educación es una de ellas. Por lo tanto, para cambiar el rumbo de este país, no solo es necesaria una conjunción de medidas económicas sino también una reforma educativa.

Primeramente, me gustaría hablar acerca de la situación actual en relación a estos puntos:
  • Ingresantes
  • Competencia
  • Costos
  • Educación pública
Después, voy a plantear una propuesta vinculada a:
  • Sistema de voucher educativo (cheque escolar)
  • Educación universitaria arancelada
En las universidades argentinas tenemos un récord de ingresantes, respecto de nuestros países vecinos, equivalente a 443 cada 10.000 habitantes. En Chile, la cifra es de 361. Y en Brasil, de 384. Un leve detalle es que en Brasil, el 75% de la educación universitaria es privada, y también cuentan con un examen de ingreso. Se supone que los números no deberían parecerse en nada con los de Argentina, ya que éste es un país en donde el 80% de la educación universitaria es pública; pero la diferencia existe.

Asimismo, podemos considerar la idea de agregar más ingresantes en las universidades y así conseguir teóricamente más egresados. Sin embargo, esto en la práctica no funciona. En Argentina, cada 100 ingresantes universitarios, se reciben solo 30; mientras que en Brasil, se reciben 50. 

La fuente de todos los datos brindados en esta primera parte de la nota es un informe del Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA) de la Universidad de Belgrano, elaborado en 2018. 

Deducimos que en Argentina, que es un lugar donde la educación universitaria es pública en su gran mayoría, se recibe apenas el 30,3% de todos los ingresantes; comparado con otro país de la región como Brasil, donde egresa la mitad de los alumnos que ingresan a las universidades, que mayormente son privadas.

Obviamente que en el secundario esto no cambia mucho, dado que el 40% de los alumnos que empiezan esta etapa en Argentina no la terminan; y si tuvieron la suerte de llegar a 5º año, el 23,7% abandona. Así lo establece un informe del Observatorio Argentinos por la Educación.

Dicho en otros términos: si 100 chicos empiezan el secundario, egresan 60; de los cuales solo 18 estudian en la universidad, y únicamente 5 finalizan la carrera con el título universitario. O sea que el 95% de los estudiantes del secundario no terminan la universidad.

El segundo punto tiene que ver con la competencia.

Para que se den una idea acerca de la magnitud de nuestro fracaso educativo, Argentina fue el primer país del mundo en eliminar el analfabetismo; y pasamos de eso a ubicarnos en el puesto nº59 de 65 en el informe del programa internacional para la Evaluación de Estudiantes (pruebas PISA) en el año 2012, según un estudio internacional de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).

Cuando Mauricio Macri asume la presidencia en 2015, se lanza un programa llamado Evaluación Aprender. En dicho examen, se mide el rendimiento de los alumnos en Lengua y Matemática. Solo el 55% sabe interpretar un texto; apenas el 49% puede reflexionar y evaluar; y tan solo el 54% es capaz de resolver operaciones matemáticas. Los datos pertenecen al informe nacional de resultados de Aprender 2018 del Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología.

Una reflexión que me deja este segmento de la nota puede resumirse en una frase de la politóloga Gloria Álvarez, que dice:

"Si seguís esperando que el que te quiere bruto te eduque, te vas a quedar pendejo".

Eso es lo que está pasando en Argentina. Dejamos la educación de nuestros hijos en manos de un político que te quiere idiota.

¿Y cuáles son los costos de esta educación de "excelentísima calidad"?

Desde 2003 hasta la fecha, el presupuesto educativo SE DUPLICÓ EN DÓLARES, y el 83% se destina a los sueldos. En 2015, ya teníamos 1.057.136 docentes, según datos del Censo Nacional Docente 2014.

Si sumamos universidades, colegios secundarios, primarios, escuelas especiales, y todas las instituciones del país, hay un total de 13.014.116 alumnos, tal como lo afirma el Anuario Estadístico Educativo 2019, del Ministerio de Educación. Estamos hablando de un docente cada 13 alumnos. Y recuerden que tomando 10 alumnos del colegio secundario como referencia, se recibe solo la "mitad" de uno en la universidad en términos estadísticos (5 de 100, como decíamos anteriormente). Esto equivale a decir que un médico salva uno de cada 20 pacientes.

A su vez, la cantidad de docentes tiene una curva de ascenso de 28% por década, según el Censo Nacional del Personal de los Establecimientos Educativos 2014 (CENPE), en tanto que la cantidad de alumnos de nivel primario en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires cayó un 12%; es decir, hay más docentes y menos alumnos. Este dato es del Centro de Estudios de la Educación Argentina, que también señala que un egresado promedio de universidad pública en Argentina salió 60.000 dólares; o sea, un aproximado de 36.000 pesos por mes, mientras que el 70% de los estudiantes abandona pero alcanza a completar los primeros dos años de cursada; por lo tanto, por cada uno de esos ingresantes que abandonó, nosotros perdimos 20.000 dólares. Si agarráramos todo ese dinero que gastamos por alumno y se lo diéramos a los padres, los podrían mandar a la universidad privada que quieran. Sí, en definitiva, la educación pública nos sale más cara que la privada.

Por más que esto sea una verdad que incomoda, hay que entender que EL DOCENTE ES UN EMPLEADO PÚBLICO; y como la docencia es una profesión más, es necesario tener números acerca del rendimiento personal de cada docente, al igual que el de cualquier otro empleado. Los números son fundamentales para saber qué puede mejorar el empleado, o si las fallas indican que hay que echarlo de su trabajo (si es que los números son malos; claro está). Pero si el docente es competente, nadie lo va a expulsar; y es acá donde nos encontramos con otro problema, ya que en Argentina, su rendimiento se mide de manera ilógica e ineficiente. Por ejemplo, un alumno de clase baja no va a tener el mismo desempeño que uno de clase alta; pero para el Ministerio de Educación, que es quien paga los sueldos, es todo absolutamente igual, porque desconoce las realidades de cada escuela y, por consiguiente, el rendimiento del docente. Hoy el ministerio envía los sueldos a los maestros sin que pasen por el control del director. Parece un detalle obvio, pero eso rompe la estructura que conforma el debido manejo de la escuela. Si suponemos que un profesor fallece, el director (que es quien conoce la realidad de la zona y de toda la escuela) no puede designar a un docente en ese cargo. Desde luego que puede recurrir a un reemplazo; pero el que va a titularizar a la materia entra por el concurso. Es el ministerio, quien desconoce todos los factores, el que incluye un docente nuevo.

Ahora bien, imaginemos que en lugar de darle el dinero a los docentes o al director, se lo damos a los padres a través de un sistema de vouchers.

Milton Friedman, un gran economista liberal de la Escuela de Economía de Chicago, lo explica con total claridad. Su opinión al respecto fue la siguiente:

"Si quieres subsidiar un producto, hay dos formas de hacerlo: subsidiar al productor o subsidiar al consumidor. En educación subsidiamos a las escuelas, pero si subsidiáramos a los alumnos, tendrías competencia, los estudiantes podrían elegir a qué escuela ir; y eso forzaría a las escuelas a mejorar".

Antes de impulsar este sistema, se calcula cuánto saldría la educación de un estudiante, en relación al salario docente, no docente, director, infraestructura escolar, etc.

Luego, el Estado le da al padre o a la madre un vale por cada hijo que tenga para que vaya a canjearlo a cualquier escuela. Este vale es canjeable por un año de educación. El padre o la madre tienen la libertad de llevar a su hijo a la escuela que quieran.

Y acá es donde viene la parte que pone en pánico a cualquier docente argentino o izquierdista promedio:

Las escuelas públicas, tal como existen hoy, DESAPARECEN Y SE VUELVEN PRIVADAS, ya que los privados invierten dinero en crear una escuela en una zona donde es necesaria. Si la institución es buena y competitiva, los padres meterán con los vouchers a sus hijos en ella. Estos vouchers permiten pagar todos los gastos de la educación del chico o la chica. Mientras más vouchers tenga la institución, más dinero gana; por ende, para conseguir más alumnos, se verá obligada a mejorar la oferta. Y si la escuela que abren es mala, entonces otro emprendedor privado hará lo mismo inaugurando un colegio dentro de la misma zona. Él le va a ganar bajo un contexto de libre competencia, y se llevará los vouchers de la escuela que fracasó.

En todos los países en donde se aplicó y se aplica este sistema, hubo tres consecuencias:

1) Las escuelas empezaron a competir entre sí y mejoraron el nivel.

2) Los docentes que son buenos comenzaron a ser más cotizados; y se les fue pagando cada vez mejores sueldos.

3) Aparecieron escuelas muy especializadas. Por ejemplo, de arte, música, deportes, programación, etc; porque buscan atraer al padre y a su voucher.

Por su parte, el único rol que tiene el Estado consiste en controlar cuestiones básicas: Lengua y Matemática. 

Si la escuela no cuenta con un mínimo de vouchers, cierra; y si un docente decide tomarse 28.000 licencias y hacer 35.000 paros, lo echan; porque eso empeoraría la calidad educativa del colegio, y los emprendedores privados necesitan que los padres sigan enviando a los alumnos a la escuela para adquirir los vouchers, que es la forma mediante la cual se mantienen las instituciones.

El sistema de vouchers es tan versátil que, por ejemplo, las personas de clase baja en Chile recibieron un extra, y en otros países se otorgaron vouchers especiales para gente con otras capacidades; y como sabían que esos vouchers tenían mayor validez monetaria, los emprendedores privados fueron creando escuelas de esta característica.

Además de beneficiar a los estudiantes y a los padres, este esquema también favorece a los docentes. En los países donde hay vouchers, los docentes cobran más que en aquellos en donde no predomina este sistema educativo. Por ejemplo, en Suecia, los vouchers nacieron en 1992; y el sueldo promedio de un docente es de 4.000 dólares. En relación al costo de vida de este país, un docente promedio puede alquilar una casa en Estocolmo, tener una familia, dos autos, y un ahorro del 5 al 7% de su sueldo, según el periódico sueco The Local.

Otro dato importante es que los contribuyentes también se ven beneficiados por este sistema, porque es infinitamente más efectivo en cuanto a gastos. Para ser más explícito, se pagarían muy pocos impuestos. La razón se debe a que en un sistema como el que rige actualmente en Argentina, el Estado debe hacerse cargo de la construcción de las escuelas (además del funcionamiento de las mismas); y eso implica gastos muy grandes en infraestructura. En cambio, bajo el sistema que yo sugiero, lo único que tiene que hacer el Estado es pagar la cuota y la matrícula del alumno que solicite el voucher para estudiar en una escuela privada.

En el resto del mundo, los resultados de esta política educativa han sido verdaderamente un éxito. Hay una investigación del World Economic Forum de 2018, que muestra a los mejores países organizados por calidad educativa. Los Países Bajos aparecen en el 4º puesto. En el 5º, figura Estados Unidos; 8º, Nueva Zelanda; 10º, Dinamarca; 13º, Hong Kong; 15º, Australia; y 21º, Suecia. Todos ellos cuentan con sistema de vouchers. Si te preguntás en qué lugar se encuentra Argentina, te informo que se ubica en el 85º puesto.

Para colmo, la educación primaria y secundaria pública es un negocio de sindicalistas mafiosos y políticos corruptos que perjudica a los docentes que hacen un buen trabajo y premia a quienes viven de licencia y paros; mientras que las universidades públicas se convirtieron en un centro de adoctrinamiento; empezando por la Universidad de Buenos Aires. La misma que a fines de los 70 y principios de los 80, estaba MUY comprometida con los valores de la libertad. De hecho, en el año 1959, la UBA trajo a la Argentina a Ludwig von Mises, el economista central de la Escuela Austríaca; ni más ni menos...

Por lo expuesto, y así como incansablemente digo que Argentina debe adoptar un modelo económico de país liberal, propongo un sistema de vouchers en el aspecto educativo. 

Demás está decir que los profesores y directores de las escuelas primarias y secundarias públicas actuales no se quedarían sin trabajo si esto se llevara a cabo, porque simplemente se cambia la manera en la que se otorga el subsidio. El Estado dejaría de ser un productor de educación, y en vez de ponerse al frente de las escuelas, se dedicará a atender la demanda de los padres.

Además esto le pondría fin a la competencia desleal causada por el sistema actual, porque si yo pongo a un docente público a competir con otro privado, donde éste último ofrece el servicio con un arancel y el estatal a cero porque se lo subsidia, al privado le va a ir mal. Es por eso que acá nos encontramos con otra razón por la cual es conveniente arancelar toda la educación pública; y que se financie la demanda con los vouchers. Las escuelas y universidades públicas, como la UBA, no deberían competir deslealmente contra las privadas, ya que eso perjudica a los docentes no estatales. También aprovecho para recordarles que la educación NO es un derecho. Es un bien económico, porque alguien lo tiene que pagar.

Con el sistema de vouchers, los colegios primarios y secundarios no competirían deslealmente, porque al subsidiarse la demanda en lugar de la oferta, éstos salen a competir. Tampoco existiría la regulación de los contenidos. Al contrario. Se podría dejar que cada uno arme los planes que se le ocurra, tener los métodos de enseñanza, la disciplina escolar y los códigos de convivencia que quieran, la máxima libertad posible respecto de la administración del personal docente (contrataciones, despidos, promoción, remuneración, etc), y que el mercado determine quiénes son los mejores y los peores.

Vale la pena aclarar que el Estado le va a destinar el dinero al padre del alumno siempre y cuando lo inscriba previamente en el colegio, por si alguien piensa que se lo puede gastar en cualquier estupidez. El sistema ya viene configurado y condicionado para que funcione así.

Para el caso de la educación universitaria, otra desventaja que genera el sistema actual es que el padre de un chico que nunca va a ir a una universidad tenga que estar financiando con el dinero de su bolsillo a la gente que sí la puede pagar. Para ponerle fin a esto, yo arancelaría las universidades públicas, y utilizaría ese dinero para otorgarle becas a los mejores estudiantes universitarios y subsidiar parte de lo que cuesta un estudio en el exterior. Habría que mandar contingentes enormes de chicos a estudiar en las mejores universidades del mundo. Sin ir más lejos, los chinos comunistas mandan a sus mejores graduados a estudiar en las universidades más prestigiosas de Estados Unidos; y por supuesto que después vuelven a China. En todos los países del mundo en donde hay becas, los graduados que se envían al exterior retornan posteriormente a dar el valor agregado porque existe la repatriación. En Argentina, esto lo suelen hacer algunas empresas privadas; como por ejemplo, Ford Motor Company, que da esas becas para los chicos. Como estrategia de país de largo plazo, y teniendo en cuenta la importancia de educar, parte del dinero que se gasta en la educación universitaria "gratuita" debería volcarse en un sistema de becas para que los estudiantes hagan sus maestrías y doctorados afuera con condicionalidad, y regresen al país habiendo adquirido una cierta cantidad de conocimiento.

El subsidio a la educación universitaria debería ser canalizado a los alumnos y, selectivamente, a través de becas individuales que se otorguen cuando el alumno reúna las condiciones de méritos académicos suficientes demostrados antes y durante su carrera universitaria, y además demuestre necesidad económica. En el caso de los mejores alumnos, podría prescindirse excepcionalmente del requisito de la necesidad económica. 

La Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU) puede continuar cumpliendo sus funciones actuales, pero separadamente se podría crear un Instituto Nacional de Becas para que sea posible la administración del sistema nacional de becas.

Exteriorizar la educación es una manera de fortalecerla, porque una vez finalizados sus estudios afuera, esos graduados enseñarán en Argentina sus mayores conocimientos a los chicos que están estudiando en nuestro país. Mandar a un alumno a estudiar al exterior es incorporar capital, al igual que importar bienes en el plano económico. Las importaciones permiten obtener tecnología, insumos, etc. Son indispensables en cualquier economía, ya que importar es una forma indirecta de producir.

Conclusiones finales:

Recomiendo abandonar el sistema de la educación pública basada en la oferta por parte del Estado, e ir a un esquema de vouchers en donde se financie la demanda. 

En lo que respecta a la enseñanza universitaria, hay que reemplazar la "gratuidad" de la educación y el subsidio presupuestado a las universidades por uno destinado a los alumnos y, en menor medida, por un sistema de becas. 

Estos cambios deben ser acompañados por una serie de reformas políticas e institucionales de base, tanto a nivel nacional como provincial y municipal.

Sin una educación de calidad, será imposible dar oportunidades de inserción en el mercado laboral a futuras generaciones y mejorar las remuneraciones salariales en general. La decadencia argentina obedece a muchos factores inerciales que tienden a agudizarla. Y fuera del terreno económico, uno de los más preocupantes es la destrucción de la calidad de nuestro sistema educativo, pieza fundamental para la reinserción productiva de la marginalidad social. 

Probablemente lleve más de una década revertir esta realidad. Y si no encaramos la problemática ahora, quizás los buenos resultados tarden aún más tiempo en llegar.

Comentarios