¿Es posible dolarizar la economía argentina?


Algunos economistas liberales y diputados radicales están planteando que para frenar la inflación, Argentina debe optar por una dolarización completa de nuestra economía.

Esta discusión suele darse cada vez que en nuestro país, la tasa de inflación se acelera y parece que va a un nivel que golpea muy fuerte a la sociedad.

Pero para que funcione cualquier régimen monetario, como lo es una dolarización, hay que comenzar previamente por detonar a la Argentina populista, que está conformada por empresarios prebendarios que se benefician del proteccionismo industrial, un gasto público imposible de financiar (dentro del cual están metidos los políticos) y mafias sindicales que perjudican a los trabajadores. 

Por eso es que hay que abrir la economía al comercio exterior, reducir drásticamente el tamaño del Estado para bajar impuestos, e introducir reformas laborales para quitarles privilegios a los sindicalistas y otorgarles más derechos a los trabajadores. Estos cambios son los que hay que hacer para poner a crecer al país de forma sostenida en el tiempo, independientemente del régimen monetario que uno prefiera.

Dicho esto, yo pienso que una dolarización puede eventualmente llegar a ser la cereza del postre; pero no la punta del ovillo; es decir, si queremos eliminar la moneda doméstica, hay que implementar un conjunto de MEDIDAS ADICIONALES a las ya descritas.

Para que quede más claro, algunas de las cosas que hay que hacer para dolarizar la economía son las mismas que se necesitan para que el país crezca sostenidamente en el largo plazo:
  • Libre comercio.
  • Estado pagable.
  • Flexibilización laboral. 
Ahora bien, para eliminar la moneda local y reemplazarla por el dólar, hay que adoptar un montón de medidas complementarias luego de haberse realizado estos tres cambios estructurales (que también son claves para dolarizar).

Varias de estas medidas son: 
  • Un blanqueo gigantesco de capitales.
  • Poner una banca offshore.
  • Negociar con la Reserva Federal de Estados Unidos para que ésta actúe como prestamista de última instancia.
  • La Reserva Federal estadounidense debe pagarle al gobierno de turno el valor presente del señoreaje que Argentina deja de percibir cuando se toma la decisión de eliminar la moneda local.
Acá hay que recorrer pasos. Y entre ellos, hay que avanzar inicialmente sobre la cuestión comercial, laboral y fiscal. Ésta última es imprescindible; porque si el Estado tiene déficit fiscal, ¿entonces cómo se cubre si le quitamos al gobierno de turno la emisión monetaria como fuente de financiamiento al retirar todos los pesos de circulación y canjearlos por dólares?

En ese escenario, no quedará otra opción que emitir cantidades enormes de deuda externa y entrar permanentemente en default.

Aclaro que yo no digo que una dolarización sea buena o mala; pero sí recomiendo que empecemos por hacer las reformas comerciales, fiscales y laborales para que Argentina crezca y se erradique la pobreza. Si con eso no fue suficiente en materia inflacionaria, entonces discutiremos si hay que meterse en el GRAN QUILOMBO que implica eliminar la moneda local, donde se necesita participación del Congreso a morir.

Observando la situación actual, el país tiene una deuda en pesos equivalente a US$100.000M, más de US$20.000M de base monetaria y US$23.000M de Letras de Liquidez (LELIQs), que son la contrapartida de los depósitos. Esto significa que si se lanza una dolarización, el 100% de lo que debe transformarse en dólares son casi US$150.000M. Hoy, los billetes líquidos en moneda extranjera que tiene el Banco Central de la República Argentina para ir a buscarlos (después del reciente desembolso del Fondo Monetario Internacional) son tan solo US$10.000M; menos del 10% de los US$150.000M. Si suponemos que la mitad de los argentinos quisieran dolarizar sus ahorros, entonces el BCRA debería tener 7,5 veces más de la cantidad de reservas que ahora. De no ser así, el tipo de cambio debería multiplicarse por esa cifra. Así que definitivamente, Argentina no está en condiciones de eliminar la moneda doméstica.

Por ahora, utilicemos la energía para cambiar el sistema que ha destruido a la Argentina, y que nada tiene que ver con el régimen monetario. En una economía abierta, con un gasto público pagable y leyes laborales que protejan de manera equilibrada al trabajador y al empresario, difícilmente la inflación siga siendo un problema. Y si lo fuese, entonces AHÍ SÍ debatiremos la propuesta de dolarizar la economía. De todas formas, vuelvo a advertir que hacer esto es algo complicadísimo.

Sin ir más lejos, en nuestro país, la dolarización ya se intentó a fines de los 90 y fracasó. En aquella época, cuando Roque Fernández era el Ministro de Economía, muchos profesores de ciencias económicas estaban trabajando sobre este proyecto con Carlos Menem (Presidente de Argentina en ese entonces), quien recibía hasta asesoramiento por parte de economistas del exterior. También colaboró Carlos Rodríguez, que era el Viceministro de Economía de Menem, y Guillermo Calvo, un economista argentino notable. Aún así, y a pesar de que había una relación muy fluida entre Argentina y la Reserva Federal de Estados Unidos, la dolarización no pudo concretarse, porque la Reserva Federal americana nunca quiso salir como prestamista de última instancia ni darle al país los dólares del señoreaje. Para dolarizar sin que la economía estalle por los aires, hacen falta fundamentalmente DÓLARES. Y como en ese momento no estaban, la dolarización no fue posible.

Es cierto que hubo países que lograron dolarizar exitosamente su economía, como Ecuador. Pero este país decidió poner en marcha la dolarización luego de haberse desatado una hiperinflación, es decir, una vez que ya estaba licuada toda la capacidad de daño del sucre (la moneda ecuatoriana). Cuando en una economía existe un proceso hiperinflacionario, como puede ser del 3.000% anual, 4.000%, o más, dolarizar sí es fácil. No obstante, hubo países que a diferencia de Ecuador, dolarizaron mal; como Liberia y Zimbabue.

Al margen de dichas experiencias, mi consejo es que nos encarguemos de lo que nosotros podemos manejar, que no depende de terceros sino de nosotros mismos; o sea, pensemos en ponerle fin a la Argentina estatista e intervencionista, que es lo que arruina cualquier régimen monetario, ya sea el peso, el dólar o el euro. Y si con eso no alcanza para derrotar la inflación, entonces instalaremos el debate de la dolarización, que ya de por sí requiere de una ingeniería enorme; porque para llevarla a la práctica, son necesarios muchos requisitos; y recordando que previamente, hay que solucionar un problema que si se mantiene, va a terminar conduciendo a la dolarización al fracaso, que es el fisco argentino. El Estado gasta más de lo que recauda; y eso hay que arreglarlo ANTES de dolarizar.

Atacar al peso es ir contra la consecuencia y no contra la causa de que éste funcione mal. 

En todo caso, lo mejor sería combatir los problemas de raíz, que son los que hacen que el peso sea inviable.

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