La inflación es un veneno


En gran parte de la sociedad argentina, hay un claro desconocimiento acerca de la causa principal de la inflación, es decir, el aumento generalizado de los precios en una economía.

Se ignora que la forma en que debe erradicarse el problema de la inflación es dejando de emitir dinero y generando confianza para que la gente quiera ahorrar en la moneda local, de manera tal que la demanda de dinero aumente considerablemente. Estamos hablando de un fenómeno vinculado a la oferta y la demanda de dinero. 

Los precios suben por la misma razón que puede aumentar, por ejemplo, el precio de la papa. Cuando hay exceso de oferta de papa respecto de la demanda, el poder de compra de la papa cae. Así es cómo se comportan la oferta y la demanda de dinero.

En el caso de Argentina, la sociedad se niega a entender esto, ya que la clase política le hace creer a la gente que la inflación es un fenómeno "multicausal", mas no monetario. Por algo existe una Secretaría de Comercio, cuyo secretario (Roberto Feletti) renunció la semana pasada. La Secretaría de Comercio ni siquiera debería existir; por lo tanto, Feletti me parecía un inútil a cargo de una Secretaría inútil. Es realmente absurdo cobrarle impuestos a la gente para financiar una Secretaría de Comercio, ya que el proceso inflacionario no se detiene de esa manera. La inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario. Así que la Secretaría de Comercio es directamente innecesaria.

Para colmo, quienes hacen propuestas disparatadas para combatir la inflación no son únicamente los funcionarios kirchneristas, ya que hace apenas unos días, hubo un proyecto de ley presentado por algunos diputados de Juntos por el Cambio, en el cual sugerían eliminarle dos ceros al peso; y la verdad es que hacer eso es simplemente una cuestión operativa; porque mientras no se implemente una reforma monetaria detrás, volverá aparecer rápidamente el problema de la inflación. Además esto ya se hizo muchas veces en nuestro país. A lo largo de la historia, Argentina le quitó trece ceros a su moneda y destrozó cinco signos monetarios (o seis, ya que entre 1991 y 2002, los billetes tenían una consigna que decía "convertible de curso legal").

Hablando de la década del 90, la convertibilidad fue el único período argentino en el cual no hubo inflación. Pasada la corrección de los desequilibrios de la hiperinflación de fines de los 80 (5.000% anual) y principios de los 90, los precios relativos se alinearon durante un año y medio; y ya desde 1993, Argentina se volvió el país con menor inflación en el mundo.

En aquella época, la economía funcionó de manera totalmente estable, ya que la cantidad de dinero estaba determinada endógenamente por la demanda. Se ajustaba acorde a ella. Esto significa que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) solo podía emitir pesos si la gente le vendía sus dólares. Asimismo, y bajo esta regla muy clara, el BCRA era absolutamente independiente. Incluso esa regla fue muy creíble, y se volvió tan popular que Carlos Menem ganó la reelección presidencial de 1995 gracias a ella, mientras que Fernando de la Rúa fue electo luego de decir "conmigo, un peso = un dólar". No solo eso, sino que terminó renunciando por no haber podido sostenerla en el tiempo, en tanto que la estructura contractual de la economía estaba montada sobre la regla monetaria, y dicho factor era aún más determinante. Parecía imposible terminar con eso; hasta que luego del default de 2001, los políticos se quedaron sin financiamiento del déficit fiscal (que se cubría con deuda externa al estar prohibida la emisión). En efecto, recurrieron nuevamente al BCRA, prometiendo que a partir de allí, todo iba a ser diferente.

Sin embargo, en los primeros cuatro años del gobierno kirchnerista, entre 2003 y 2007, la inflación anual promedio fue del 10%. En el segundo período del mismo mandato, trepó al 20%. En el tercero, al 30%. Durante el Macrismo, estuvo ligeramente arriba del 40%. Y luego del último año, tenemos 58%.

Es más, cada vez que la tasa de inflación supera el 20%, se pierde 1,58% de crecimiento económico dada la distorsión que genera el sistema de precios. Si esto no hubiese pasado en la historia de la economía argentina, hoy tendríamos un PBI per cápita similar al de Estados Unidos.

Entonces, ¿cuál es el negocio de incurrir en déficit fiscal financiándolo con emisión monetaria?

La oligarquía política tiene que dejar de beneficiarse a través del bolsillo de los ciudadanos de a pie; porque el dinero que emite el BCRA es un instrumento de financiamiento del déficit causado por el exceso de gasto público, y como los precios todavía no suben en el momento de la emisión, quienes se benefician son los primeros en recibir el dinero. A su vez, quienes se perjudican son los últimos en recibirlo. Y los políticos son los primeros en obtener los billetes ni bien son impresos por el BCRA; mientras que los trabajadores son los últimos en contar con ellos.

Dicho sea de paso, la inflación le pega entre veinticinco y treinta veces más fuerte a las personas más vulnerables. Por eso se la considera un impuesto al pobre.

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